Un desconocido me paró en la calle y me dijo:
-
Vaya hacia aquel lugar, apuntando
con el dedo un callejón angosto
-
Al lado de esas cajas, hay un
espacio donde el espeso humo que sale de la alcantarilla bordea como si se
tratara de una barrera invisible.
Llegué hasta este
punto y en efecto, el humo que emanaba de las rejas topaba con esa pared
imaginaria, me interné dentro de este espacio por un momento y pude notar una
sensación extraña invadir mi cuerpo. Me sentí mucho más liviano, pensé de
pronto que así se sentiría estar flotando, tardé un poco en percatarme que,
sorprendentemente, no estaba respirando y no sentía calor ni frío, a pesar de
que la temperatura en esos momentos era de 0 grados.
Estuve pocos
instantes dentro de esa especie de ‘cámara’, un rincón en este callejón sin
salida a dos cuadras del trabajo que se volvió parte de mi rutina, todos los
días llegaba para estar un rato en aquel sitio, notando en cada oportunidad
cosas distintas, como que no me detectaba el pulso en las muñecas ni los latidos
de mi corazón, los relojes paraban su marcha, tanto el digital como el análogo
y me cercioré que no fuera por falta de batería.
En los días
subsecuentes, realicé toda clase de experimentos posibles, llevé conmigo
algunos aparatos para hacer mediciones y todos mostraban datos fuera de lo
normal, al parecer en aquel lugar regía un patrón atmosférico y gravitacional
distinto y fluctuante, pero esto no afectaba mi bienestar de ninguna forma, al
contrario, lo estimulaba.
Me sentía
profundamente intrigado por este sitio, recuerdo el primer día haber creído
fervientemente que se trataba de un sueño, pero no, no era un sueño, ni estaba
drogado, en eso sólo había experimentado siendo mas joven. No le revelé a nadie
nada sobre este ‘espacio’, no quería que me juzgaran loco, lo mantuve como mi
secreto mejor guardado.
Me trataba de
explicar sin éxito que era ese enigmático cubo, tener la oportunidad de
experimentarlo era lo mas extraordinario que había pasado en mi existencia, me
sentía muy afortunado pero también de pronto me asustaba la idea de morir en
aquel callejón al lado de cajas, basura y ratas.
Había pensado en
darlo a conocer al mundo y con esto hacerme famoso, abandonar mi empleo,
comprar ese pedazo de terreno y cobrar por vivir la experiencia de estar unos
instantes en tan fantástico sitio.
Uno de esos día
llegué, como de costumbre, cuando al bajar del autobús vi cerca de mi espacio
(para entonces ya sentía cierta pertenencia) a un grupo de reporteros con
cámaras y micrófonos transmitiendo desde el callejón, sentí que el alma se me
bajaba al piso cuando vi al acercarme mas a un equipo de científicos con bata
haciendo mediciones con los mismos aparatos que yo había llevado antes.
En la tarde, ya se
había dado a conocer en toda la ciudad la noticia, todos estaban fascinados y
querían ir a conocer aquel misterioso pasadizo, sin saber que la puerta se
cerraría en unas pocas horas y todo en aquel pasillo perdería su fugaz atractivo,
que los aparatos mostrarían las mismas mediciones que en los sitios
circundantes, que la magia en había terminado.
Aún habito este
lugar, he vivido aquí durante un tiempo esperando que la puerta vuelva a abrir,
las cajas son mi techo, busco entre la basura mi alimento y vivo en una lucha
constante en contra de las ratas, la gente dice que estoy loco, pero en el
fondo saben que si un día la puerta se vuelve a abrir yo seré el primero en
entrar y ahora cerraré desde adentro. En el fondo ellos saben que no estoy
loco.