domingo, 5 de mayo de 2013

La Rueda del Diablo

Se había sentido repentinamente acosado por la ansiedad y la depresión, pero para Roldán no significaban padecimientos desconocidos, había librado batallas contra estas patologías desde que era un niño, por lo que ya conocía los paliativos que lo harían sentirse bien; y uno de ellos era correr, practicar esta actividad liberaba endorfinas en su cuerpo, corría en las mañanas muy temprano o en la noche, al llegar del trabajo o antes de despuntar el alba, se le podía ver corriendo frenéticamente en alguno de los extremos de la noche, como queriendo alcanzar la ansiada liberación o tratando de exorcizar sus demonios internos.

El lugar elegido era el mismo en el que había jugado de niño, estaba al cruzar la avenida con la que topaba su calle, se trataba apenas de una vereda estrecha de asfalto improvisada sobre un amplio camellón, dentro de una colonia poblada de lotes baldíos, medianamente habitada por gitanos, comerciantes, burócratas y narcotraficantes, una extraña simbiosis entre casas espaciosas, bodegas y negocios de todo tipo, una colonia hecha para maestros a los que nunca les llegaron los créditos para poder comprar.

En los momentos en los que se dedicaba a correr, Roldán trataba de limpiar su mente, de calmar sus ansias, todo quedaba afuera en esos momentos, trabajo, rutina y hasta su inexistente vida amorosa, lo que él consideraba fuente de todos sus males. Correr se había convertido en una suerte de obsesión en su vida, en el trabajo pensaba en que llegara el momento para ir a correr y no pocas veces se sorprendía a si mismo soñando con la vista fija en el asfalto, avanzando bajo una oscuridad tímidamente iluminada.

Esta actividad se había convertido además en su terapia, una especie de catarsis en la cual se replanteaba el transcurrir de su vida, tratando de interpretar que era lo que no funcionaba en su presente.

Poco faltaba para terminar el mes de octubre, el infernal calor había cedido paso a un clima templado y de lluvias escalonadas, algo que le resultaba particularmente agradable ya que detestaba el bochorno y tenía una especial predilección por el fin de año, en especial por el mes que antecedía al de su cumpleaños, para el que restaba apenas una quincena.

Ese martes fue uno de esos días donde nada sale bien, una serie de sucesos se conjugaron para que tuviera un día desastroso en el trabajo, por lo que de camino a casa pensó en asistir a su único refugio, se dijo para si que ese día correría mas con el fin de resarcir el daño que ese día le había infligido.

Llegó a casa sólo a pisar base, rápidamente se puso ropa deportiva y apenas alcanzó a beber un vaso de agua del grifo, salió como impulsado por un resorte a la calle y se enfiló hacia la avenida, cruzó por debajo del puente y sin calentar, se dispuso a iniciar el trote a paso lento pero firme, símil de la caminata olímpica.

Notó de inmediato que ese día el camellón estaba inusualmente vacío, desprovisto de las mismas personas que como él practicaban algún tipo de actividad física, situación que en un principio le resultó inquietante, pero que con el correr de los minutos y de la abstracción en su propia actividad le pareció intrascendente.

En un punto en que trotaba con la mirada fija en el pavimento, de reojo pudo notar que tenía a una persona enfrente y detuvo su andar, al alzar la vista, de inmediato pudo apreciar que se trataba de una mujer, muy joven, con una piel de una blancura muy fina y una belleza casi insultante, vestida apenas con una especie de túnica semitransparente cortísima, que dejaba ver formas corpóreas que le remitieron a la Venus de Milo. Lo primero que asistió a su mente fue que estaba soñando, reforzó este pensamiento el hecho de que la aparición no pronunciaba palabra alguna, hasta pasados unos instantes que le parecieron una eternidad.

-          Te invito a una fiesta – le dijo con voz angelical, cuasi infantil
-          ¿A una fiesta? ¿Dónde? Intrigado, de pronto imaginó una fiesta de disfraces
-          Aquí, mira, ven -  tomándolo del brazo, lo dirigió hacia un cerco de maleza al lado de una pequeña iglesia

Al acceder al baldío, a través de ramas y una vieja cerca oxidada, alcanzó a ver un claro en el centro, una incipiente fogata y otra chica, igual o mas hermosa aun, vestida de la misma forma que la primera, que se dedicaba a formar con piedras de río una estrella sobre el terreno, una estrella envuelta a su vez en un círculo formado con lustrosas piedras negras.

-          Hola -  le dijo la anfitriona, con una sonrisa sardónica
-          Ya lo traje - susurró una a la otra, con una voz sumisamente apagada
-          Hey, hola que tal – solo atinó a decir Roldán, desconcertado por la situación.

En el área central, que parecía haber sido limpiada exprofeso, se encontraba una fogata, enormes libros, al parecer muy antiguos, muñecos confeccionados con tela amarrada con hilos y una daga de tamaño considerable que colgaba de una rama, un montón de leña, vasijas y un montículo de tierra.

Mientras veía todo a su alrededor, le pidieron que se sentara en el montículo, tan pronto como lo hizo, sin decir palabra se le abalanzó una de las jóvenes musas, se desnudó rápidamente, lo desnudó a él y tuvieron sexo de una forma compulsiva, violenta. Dentro de su repentina excitación, Roldán no alcanzaba a comprender lo que estaba pasando, quería pensar que era un sueño, una loca alucinación narcótica pero no, todo se ajustaba a la realidad, una realidad que hasta hace unos instantes le habría parecido inasequible.

Todo excedía lo que su imaginario habría considerado posible hasta ese entonces, estaba saciando sus instintos sexuales como nunca lo había hecho con una chica sorprendente a la cual acababa de conocer, mientras la otra hermosa joven se mantenía expectante, viéndolos hacerlo con una morbosidad que lo excitaba aún mas. Un vago pensamiento asaltó su mente, en algún momento meditó en si esto sería una compensación por tantos espacios grises en su vida, lo que él consideraba una triste repetición de lugares comunes.

Al terminar el trance, cayó abatido, cansado por tan satisfactorio esfuerzo, las mujeres tomaron un par de vasijas, algunos leños y se dirigieron hacia la fogata, mientras Roldán permanecía recostado desnudo con los ojos entreabiertos, pensando en nada, al momento que receloso veía a ambas doncellas hablando quedamente entre si, murmurando letanías incomprensibles, insertando puntas de madera en los muñecos de trapo.

Para su sorpresa, cuando quiso incorporarse instantes después no pudo hacerlo, tenía los ojos muy abiertos pero no tenía control sobre sus extremidades, aterrado, intentaba mover brazos y piernas pero sus esfuerzos eran inútiles, tampoco podía hablar, trató de abrir la boca o emitir algún ruido pero fue incapaz de producirlo, casi no sentía la boca salvo un nudo en la garganta, se sintió como un insecto atrapado dentro de una telaraña.

Vio que una de las doncellas lo miró a los ojos. Tan pronto como advirtió el terror y la desesperación de que era presa Roldán, se dispuso a tomar el puñal que colgaba de la rama torcida, una daga resplandeciente que asemejaba un gran colmillo de plata, en tanto que la otra doncella sostenía entre sus manos el enorme libro abierto; ambas se aproximaron invocando hacia él. Lleno de terror y angustia, sintió cómo la daga le desgarraba las entrañas una y otra vez, mientras que en el rostro de las doncellas se dibujaba un gesto de excitación depravado.

El cuerpo masacrado de Roldán Jiménez sería encontrado a la mañana siguiente dentro de la iglesia contigua al lugar donde sucedieron los hechos.



FIN

jueves, 21 de febrero de 2013

Homeless shelter


Un desconocido me paró en la calle y me dijo:

-          Vaya hacia aquel lugar, apuntando con el dedo un callejón angosto

-          Al lado de esas cajas, hay un espacio donde el espeso humo que sale de la alcantarilla bordea como si se tratara de una barrera invisible.

Llegué hasta este punto y en efecto, el humo que emanaba de las rejas topaba con esa pared imaginaria, me interné dentro de este espacio por un momento y pude notar una sensación extraña invadir mi cuerpo. Me sentí mucho más liviano, pensé de pronto que así se sentiría estar flotando, tardé un poco en percatarme que, sorprendentemente, no estaba respirando y no sentía calor ni frío, a pesar de que la temperatura en esos momentos era de 0 grados.
Estuve pocos instantes dentro de esa especie de ‘cámara’, un rincón en este callejón sin salida a dos cuadras del trabajo que se volvió parte de mi rutina, todos los días llegaba para estar un rato en aquel sitio, notando en cada oportunidad cosas distintas, como que no me detectaba el pulso en las muñecas ni los latidos de mi corazón, los relojes paraban su marcha, tanto el digital como el análogo y me cercioré que no fuera por falta de batería.
En los días subsecuentes, realicé toda clase de experimentos posibles, llevé conmigo algunos aparatos para hacer mediciones y todos mostraban datos fuera de lo normal, al parecer en aquel lugar regía un patrón atmosférico y gravitacional distinto y fluctuante, pero esto no afectaba mi bienestar de ninguna forma, al contrario, lo estimulaba.
Me sentía profundamente intrigado por este sitio, recuerdo el primer día haber creído fervientemente que se trataba de un sueño, pero no, no era un sueño, ni estaba drogado, en eso sólo había experimentado siendo mas joven. No le revelé a nadie nada sobre este ‘espacio’, no quería que me juzgaran loco, lo mantuve como mi secreto mejor guardado.
Me trataba de explicar sin éxito que era ese enigmático cubo, tener la oportunidad de experimentarlo era lo mas extraordinario que había pasado en mi existencia, me sentía muy afortunado pero también de pronto me asustaba la idea de morir en aquel callejón al lado de cajas, basura y ratas.
Había pensado en darlo a conocer al mundo y con esto hacerme famoso, abandonar mi empleo, comprar ese pedazo de terreno y cobrar por vivir la experiencia de estar unos instantes en tan fantástico sitio.
Uno de esos día llegué, como de costumbre, cuando al bajar del autobús vi cerca de mi espacio (para entonces ya sentía cierta pertenencia) a un grupo de reporteros con cámaras y micrófonos transmitiendo desde el callejón, sentí que el alma se me bajaba al piso cuando vi al acercarme mas a un equipo de científicos con bata haciendo mediciones con los mismos aparatos que yo había llevado antes.
En la tarde, ya se había dado a conocer en toda la ciudad la noticia, todos estaban fascinados y querían ir a conocer aquel misterioso pasadizo, sin saber que la puerta se cerraría en unas pocas horas y todo en aquel pasillo perdería su fugaz atractivo, que los aparatos mostrarían las mismas mediciones que en los sitios circundantes, que la magia en había terminado.
Aún habito este lugar, he vivido aquí durante un tiempo esperando que la puerta vuelva a abrir, las cajas son mi techo, busco entre la basura mi alimento y vivo en una lucha constante en contra de las ratas, la gente dice que estoy loco, pero en el fondo saben que si un día la puerta se vuelve a abrir yo seré el primero en entrar y ahora cerraré desde adentro. En el fondo ellos saben que no estoy loco.

martes, 16 de octubre de 2012

Los hijos de Dios

Revista Euritmia, 2012
'Los hijos de Dios'
Autor: P.L.U.C.K.

 

jueves, 15 de marzo de 2012

Ser grande



En esa época, ser grande para mi era usar jeans, mi hermano mayor los vestía cuando iba a la Facultad de Economía, de forma que para mi el ser grande representaba eso, como salir a la escuela lejos a otro sector de la ciudad. Por ese tiempo yo siempre vestía shorts porque era un niño y todos los niños los usábamos para jugar al fútbol y porque hacía mucho calor resultaba una vestimenta bastante conveniente. En ocasiones iba con mi hermano al centro de la ciudad a buscar libros en las librerías de viejo y me vestía con pantalones de mezclilla y por alguna razón sentía que entraba a un mundo de gente grande. 

El hecho de llegar al centro en sí representaba entrar a un microcosmos en la zona que está por El Mesón Estrella, El Mercado Juárez y Colegio Civil. Entrar en esas librerías viejas representaba otra experiencia aparte pues era como entrar en otra época, libros amontonados sobre estantes viejísimos o tirados sin ningún orden sobre mesas, apilados unos sobre otros con cierta gracia o sin ella, sin hablar de los hombres que atendían las librerías, hombres viejos que parecían haber estado en el negocio por décadas, sentados detrás de escritorios con las tapas desgastadas, con un ventilador viejo y una radio encendida en las estaciones de rock clásico o de música de tríos o de música clásica. 

Recuerdo haber ido en mas de una ocasión a la Biblioteca Central que está en la Macroplaza, donde a menudo mi hermano se encontraba a sus amigos de la Facultad que estaban estudiando y en donde regularmente había exposiciones a cargo de un bibliotecario en las que se hablaba sobre ciertos temas relacionados con política mundial, filosofía o temas de actualidad. Hace poco me di cuenta que eso es mi vida; y me di cuenta de eso al ver el desaparecido programa de televisión Taller Abierto de mediados de los noventas con El Gran Silencio tocando en una azotea de una casa en la Unidad Modelo. Aquí uno de esos vídeos.




martes, 14 de febrero de 2012

miércoles, 18 de enero de 2012

sábado, 8 de octubre de 2011

Costumbrista


Estábamos a pocos días de que llegara el gran espectáculo a la ciudad, el mismo que traía la oscura y atractiva fama de ser un oscuro ritual en el que participaban extraños que adoraban figuras paganas. Según los que ya lo habían visto (los del pueblo mas cercano a la capital) y esto sólo se sabía de oídas, algunas personas se habían vuelto locas, en especial los niños mas grandes del orfanato, los mismos que no vieron la luz del día hasta después que hicieron la primera comunión, estando casi en edad de casamiento.

La primer persona que llegó con la Legión nos resultó espeluznante a los adultos y graciosa a los niños, que pensaban era un disfrazado de las fiestas patronales; tenía los cabellos erizados, como si hubiera salido de una explosión de pólvora, la piel pálida como la cal y los ojos hundidos, muy pequeños, que parecían huir mas al fondo; por si esto fuera poco, hacia bizcos y en ocasiones veía a dos lados diferentes a la vez, a voluntad, siempre que, según nos imaginábamos, se lo ordenaban los espíritus a los que se encomendaba. De esta forma,  podía ver a dos personas a la vez, y causar miedo así a dos almas al mismo tiempo.

Traía consigo lo que llamaba el método para entrar en contacto con el más allá, una especie de artilugio que resplandecía con los rayos del sol, que nadie mas estaba autorizado a utilizar mas que él, so pena de morir o perder la razón para siempre, según sus propias admoniciones. El aparato con el que nos sorprendió a todos era apenas un tubo metálico, como las latas que no conoceríamos hasta mucho tiempo después, al parecer pesada, aunque en apariencia casi hueca, en la que después de ponerse en trance, como él llamaba a sus introspecciones, daba inicio a la función. Lo primero que hacía era pedir autorización a iniciar el contacto, suplicaba ceremoniosamente por un lado del tubo, esperando un momento prudente antes de acercarse al oído el émbolo para esperar la respuesta, como quien recibe una revelación.

Todos escuchaban las historias que contaba el advenedizo, con una mezcla de miedo y excitación, en las que afirmaba haber entrado en contacto con los célebres hermanos Flores Magón (aunque no especificaba con cual), entre otras personas ilustres de la Nación, pero en siquiera una persona del pueblo había podido mas la curiosidad que el miedo, por eso nadie había querido preguntar por sus muertos, ni siquiera la viuda del francés, doña Gertrudis, a la que su esposo recién fallecido se le aparecía cada que Dios amanece y hasta en las marraneras, siendo éstas sólo apariciones, pues nunca cruzaron palabra.

Contrario a lo que todos esperaban, la primera persona que se aprestó para probar y aprovechar la oportunidad de desenmascarar al impostor fue el recién llegado padre Abelardo, quien no se cansaba de desacreditar en misa a esa turba de vividores.

Sucedió en la tarde del sábado, después del servicio de las seis,  que al terminar de decir el Pueden ir en paz, el hombre de Dios se  transformó mostrando un semblante duro, con una determinación nunca antes vista en el pueblo, en ningún hombre. Desde que bajó del púlpito, se encaminó hacia la salida de la parroquia, que algunos imprudentes obstruyeron por la emoción, a enfrentarse en un duelo a muerte con el diablo, una batalla épica de la  eterna confrontación del bien contra el mal, sin nosotros saber entonces que ambos jugaban del mismo lado.


(Fragmento)